Primera vez en mi vida que quería que llegara marzo.
Mis vacas han sido demasiado fomes, la cagó. Con esta weá de la operación no he podido salir ni hacer nada y ahora lo único que quiero es llegar a clases y matarme estudiando, superarme en todos los ramos y, de una vez por todas, dedicarle al piano el tiempo que corresponde.
¿Por qué ando tan motivada? No es por el aburrimiento de febrero. Más bien es porque he estado viendo demasiado “Naruto” y como que la weá me motivó a ser una súper ninja de la música (juá! Qué nerd me he vuelto).
Naruto es mi última nueva obsesión. El otro día me acosté a las 7 am, luego de haber visto hasta el capítulo 81.
Es una serie japonesa que transcurre en ése tipo de mundo donde hay naciones y pueblos con nombres freaks, como en Pókemon:
La historia transcurre en la aldea oculta de la hoja, lugar donde el espíritu diabólico de un zorro de siete colas estuvo a punto de destruir el lugar y mató a mucha gente. Para detenerlo, metieron su alma en el cuerpo de un niño huérfano recién nacido, llamado Naruto.
Da penita al principio, porque este niño fue rechazado y se crió prácticamente solo.
Pero bueh: la serie trata de la vida de este niño, el cual estudia en una escuela para ser ninja y ahí vive grandes aventuras y blablabla.
Me gusta porque es rapidísima, no como esa weá de Dragonball, Súpercampeones o Caballeros del Zobaco, donde podían estar mil horas hablando de un puto puñete que recién tirarán en veinte episodios más adelante.
Acá no: Naruto es veloz y pasan demasiadas cosas en veinte minutos.
Pero no seguiré dando la lata. Quería hablarles del fin de las vacaciones y terminé dándoles un show digno de escolar otaku.
Mejor los dejo con la canción del primer final de Naruto. Es linda, me da penita.
